Uno de los aspectos positivos de la crisis del COVID-19 en el Reino Unido es que esta podría conducir a una reducción significativa en el número de personas que duermen en nuestras calles. Dentro de las primeras tres semanas de confinamiento, el gobierno, trabajando mano a mano con el sector del voluntariado y los grupos religiosos, logró albergar y atender a 15 000 personas en hoteles en todo el país, demostrando que podemos poner fin al sinhogarismo, muy rápidamente, si nos centramos en hacerlo. Todavía queda mucho por hacer y el grupo de trabajo del Gobierno, encabezado por Louise Casey, ha hecho bien en asegurar los fondos suficientes para brindar a todos una oferta adaptada a sus necesidades, a medida que los hoteles comienzan a vaciarse. Hay más de 6 000 nuevas viviendas en proyecto y hay un presupuesto importante disponible para apoyar a los más vulnerables, como son los que tienen problemas con la bebida, las drogas o la salud mental. Todavía necesitamos entender mejor qué pasar con los ciudadanos de la Unión Europea atrapados en el sistema y, especialmente, aquellos que no pueden acceder a dinero público, pero en general tenemos un buen comienzo.

Sin embargo, la imagen de lo que está sucediendo con las personas sin hogar a nivel internacional es muy diferente a la del Reino Unido, con respuestas muy variables reportadas. Este blog se debe mucho al trabajo del Instituto de Sinhogarismo Global (IGH), con sede en la Universidad DePaul en Chicago, que está monitorea el impacto de la COVID-19 en las poblaciones sin hogar. Proporciona una mirada instantánea de cómo están respondiendo los diferentes países, sistemas y culturas. No sabremos el impacto total de la pandemia en esta población durante algún tiempo, pero los hechos observados apuntan a un enorme sufrimiento en muchas partes del mundo.

Al principio de las medidas de confinamiento por la COVID-19, el poeta y autor Damien Barr escribió un poema que se convirtió en la base de una frase repetida con frecuencia: “No estamos en el mismo barco, estamos en la misma tormenta». El aforismo destaca una realidad innegable: que los efectos de la COVID-19 no han sido experimentados de igual manera por todas las personas, una disonancia que tiene sus raíces en muchas de las encrucijadas de las marginaciones “habituales” que facilitan las desigualdades estructurales, incluidas, entre otras, la raza, la pobreza, las enfermedades mentales y la vivienda.

La orientación para la prevención y la eliminación del virus se ha centrado en el autoaislamiento, el saneamiento estricto y la higiene, y el cierre de los puntos de acceso colectivos. Pero, ¿qué significa esto para las personas sin hogar desfavorecidas de múltiples maneras? Las personas que duermen en las calles son más propensas a padecer enfermedades mentales; más propensas a ser susceptibles a la infección viral; más propensas a ser marginadas por cuestiones étnicas, de género, de clases y de castas; más propensas a carecer de acceso a instalaciones sanitarias; más propensas a vivir con escasez de alimentos y agua; y, por supuesto, es menos probable que puedan aislarse mientras viven y duermen, a la intemperie, en espacios públicos.

Estas realidades hacen que sea casi imposible seguir la orientación general, por lo que los servicios para personas sin hogar en todo el mundo han tenido que lidiar con la necesidad de rediseñar sus sistemas, casi por completo, a medida que evolucionan las directrices sobre la COVID-19. Han variado su capacidad para adaptarse y ofrecer apoyo adecuado y han ampliado sus respuestas, yendo desde ninguna intervención especial para las personas que duermen en la calle, hasta acoger dentro de sus instalaciones a todas o casi todas estas personas, durante el período de confinamiento. La mayoría de los lugares han luchado para conseguir suficiente equipo de protección para los trabajadores y han visto reducida, de manera crítica, su base de voluntarios, a medida que el confinamiento mantenía a las personas en sus hogares. Estas respuestas han tenido lugar a nivel nacional y municipal, con diversos grados de eficacia y tienden a caer dentro de las siguientes categorías generales:

Si bien las respuestas se han agrupado en categorías generales, es importante tener en cuenta que las intervenciones nacionales o municipales no se clasifican necesariamente de manera clara en alguna categoría y pueden tener elementos de las cuatro, particularmente, en áreas donde los niveles de coordinación entre el gobierno y las ONG son bajos. Además, los descriptores como «servicio normal» están destinados a indicar un status quo dentro de un lugar específico, en vez de indicar una definición normativa de lo que es o debería ser el “servicio normal”.

 

Acceso restringido a las ayudas y/o aumento de la criminalización

Mientras las ciudades trabajaban para garantizar que sus residentes obedecieran las órdenes de quedarse en casa, las personas que no tenían un hogar donde quedarse se enfrentaban al callejón sin salida del incremento de la criminalización por estar en espacios públicos, a pesar de que ya no contaban con acceso a espacios cerrados como refugios comunitarios, instituciones religiosas o comedores sociales, porque estos permanecían cerrados:

  • Se informó que la policía italiana emitió multas de 220$ con un tiempo de prisión asociado de hasta tres meses.
  • En Bruselas y París, las restricciones de movimiento y el cierre de los bancos de alimentos y de los servicios de entrega de comidas llevaron a la escasez alimentaria, incluso para aquellos en alojamientos temporales.
  • Se informó que funcionarios nigerianos estaban multando y arrestando a personas que se encontraban durmiendo en la calle y, según los informes, realizaban redadas en refugios.
  • Los refugios para personas sin hogar en Manila se cerraron por completo, y los informes de decenas de miles de arrestos posteriores hicieron que las personas rompieran el toque de queda.
  • La falta de espacio en los refugios en la India dejó a muchos indigentes en calles superpobladas sin acceso a alojamiento, alimentos y trabajo, provocando un aumento de la tensión con la policía y reportes de que los migrantes que regresaban a los refugios eran rociados con cloro.
  • El aumento de la criminalización del sinhogarismo durante las medidas de confinamiento resultó particularmente dañino ya que el hacinamiento en las cárceles y la falta de higiene condujeron a un aumento vertiginoso de las tasas de infección particularmente en los Estados Unidos.
  • La promesa del gobierno japonés de distribuir mascarillas reutilizables no fue aplicada a las personas en situación de calle que no tenían una residencia fija para entregarlas.

 

Servicio normal ampliado

En el nivel más bajo de respuesta, se encuentran las ciudades que no ofrecieron ningún apoyo especial a las personas en situación de calle como parte de las medidas para combatir la COVID-19, a pesar de que la mayoría de las ciudades ampliaron la disponibilidad de estos servicios. Con frecuencia, esto se concretaba en espacios adicionales en refugios para crisis comunitaria o en la reutilización de edificios para convertirlos en nuevos refugios comunitarios, una táctica que trajo consigo el potencial incremento del riesgo de exposición debido al hacinamiento:

  • Hungría dispuso de al menos 500 camas adicionales en refugios en Budapest, con planes de reutilizar y abrir espacios adicionales; sin embargo, no hicieron cambios a las estrictas leyes de criminalización
  • Dinamarca consideró que los servicios para personas sin hogar eran «esenciales» y a los municipios se les asignó la responsabilidad de asegurar refugio para personas sin hogar
  • Francia anunció 65 millones de euros para alojamientos de emergencia de unas 10 000 camas y planes para abrir 73 nuevos refugios para personas enfermas; también ampliaron el plazo para su programa invernal de asistencia
  • Ciudad del Cabo abrió estadios deportivos, escuelas y otros espacios públicos para crear campamentos para personas sin hogar, lo que evitó que estas fueran sancionadas, pero las exponía, potencialmente, a un mayor riesgo de infección debido al hacinamiento.
  • Corea del Sur cerró sus comedores sociales, pero abrió varios refugios temporales nuevos que brindaban servicios de comidas y proporcionaban un seguimiento cercano y pruebas frecuentes

 

Ampliación e incremento del servicio de refugio con medidas especiales:

En otros lugares, los gobiernos ampliaron los refugios y servicios existentes, pero hicieron ajustes a los estándares operativos y proporcionaron fondos para implementar medidas adicionales, como la ampliación de los programas de alojamiento preexistentes y la implementación de líneas telefónicas educativas vinculadas a refugios.

  • Chile amplió su servicio de refugio y su programa invernal de asistencia, que incluye equipos médicos callejeros, con un mayor enfoque en el saneamiento y la puesta en marcha de medidas suplementarias, incluyendo líneas telefónicas educativas y sistemas de reportes de incidencias.
  • Estados Unidos creó las Subvenciones de Solución de Emergencia de la Ley CARES (Ley de Atención Sanitaria), que proporcionaron fondos para la operación de refugios, la expansión y mejoramiento del distanciamiento de las camas, el incremento del acceso a alojamiento permanente y las facilidades de asistencia para alquiler de viviendas.
  • Barcelona comenzó a emitir certificados que demostraban que las personas no tenían un hogar donde ir, eximiéndoles de la amenaza de ser sancionadas.
  • El epicentro del brote en Brasil, la ciudad de São Paolo, abrió seis nuevos refugios para personas sin hogar, incluido uno, específicamente, para personas que dieron positivo en COVID-19, junto con un subsidio alimentario ampliado
  • Berlín anunció planes para convertir albergues en refugios para 350 personas en situación de calle.

 

Equipos Médicos Callejeros

El brote ha visto la adición o expansión de equipos médicos callejeros como parte de la mayoría de las respuestas nacionales y municipales frente la COVID-19 hacia las poblaciones sin hogar. Donde no fue así, ONG como Médicos Sin Fronteras han dado un paso al frente para complementar las respuestas locales.

  • En Los Ángeles, los equipos médicos callejeros equipados con las pruebas para la COVID-19 proporcionaron a personas que viven en campamentos evaluaciones periódicas de salud y bienestar, consejería psicológica y transporte a refugios y hoteles.
  • Como parte de medidas más amplias, Nueva Gales del Sur proporcionó equipos móviles de pruebas en las calles.
  • Moscú continuó las operaciones de su equipo móvil “Patrulla Social», el cual proporcionó atención médica de nivel básico como: controles de temperatura, exámenes físicos y botellas antisépticas gratuitas; sin embargo, no se abrieron servicios adicionales, con refugios que albergaron hasta 40 personas por habitación.

 

Traslado de personas que duermen en la calle a alojamientos individuales

Los cambios más significativos en todo el sistema fueron realizados por ciudades que pudieron sacar de las calles a la mayoría o la totalidad de sus indigentes, mientras se implementaban las medidas de confinamiento . Esto se hizo, habitualmente, mediante el embargo de hoteles, hostales y propiedades de alquiler para el uso de personas que duermen en la calle y, en algunos casos, personas que residen en viviendas superpobladas o precarias.

  • La estrategia del Reino Unido se centró en alojar a todas las personas que duermen en la calle, informando que se encontró alojamiento para 15 000 personas vulnerables y prometiendo fondos para garantizar que no regresen a la calle
  • Varias ciudades de los Estados Unidos han trabajado para asegurar alojamiento simple en hoteles, AirBnB y propiedades de alquiler, con diversos grados de éxito: Los Ángeles estableció el objetivo de dar alojamiento a 15 000 indigentes (aproximadamente el 5% de la población total), pero se han quedado cortos
  • Varios territorios de Australia se asociaron con hoteles para proporcionar alojamiento a personas que duermen en la calle, en habitaciones de hotel y hostales.
  • Francia prometió asegurar 7 800 habitaciones de hoteles, sin embargo, debe tenerse en cuenta que las organizaciones benéficas han informado que algunas de estas promesas no se han cumplido.

 

Mirando hacia el futuro

Lo que se ha vuelto cada vez más claro en los últimos seis meses es que el sinhogarismo es, y siempre ha sido, una crisis urgente de salud pública, pero también que, si se dan las herramientas adecuadas, es posible abordarla de manera significativa y sostenible. La vivienda es una parte crítica de la atención médica a nivel internacional, sin la cual las repetidas oleadas de brotes virales serán difíciles, si no imposibles, de prevenir. A medida que las naciones se vuelven a abrir, los sistemas de atención a personas sin hogar han comenzado a buscar formas de garantizar que sus servicios no vuelvan a un status quo, sino que hagan un cambio permanente hacia intervenciones centradas en la vivienda.

Nicholas Pleace, Director del Centro de Política de Vivienda y Profesor de Política Social de la Universidad de York, escribe: «Deberíamos ver el tener un hogar adecuado, igual como vemos el recibir un tratamiento médico: como un derecho de todos los ciudadanos, no como algo que solo los ricos pueden pagar. »

Es cierto. Si lo piensas, conoces a muy pocas personas ricas sin hogar.

Mark McGreevy es el coordinador de la Alianza Famvin con las personas sin hogar, CEO del Grupo Depaul y fundador del Instituto de Sinhogarismo Global.

Molly Seeley es gerente de proyectos en el Instituto de Sinhogarismo Global.

Este artículo se publicó, originalmente, en el sitio web del Centro para el Pensamiento y la Práctica Social Católica.