Mary buscaba en mi rostro si la estaba juzgando. Realmente quería contarme su historia de sinhogarismo sin sentir miradas de desaprobación.
Visitando la Sundial House (Casa del Reloj de Sol) hace algunos años, mi mente rebosaba nostalgia de mi ciudad natal, y de orgullo por lo que Depaul International había conseguido en ese edificio curvado y metido con calzador en una esquina de la vieja Dublín.
Ansiaba la visita mientras me maravillaba de como las instalaciones seguían la línea medieval de la colina, y sonreía ante la luz que se colaba en este bien nombrado edificio. Artistas visitantes, que ofrecían programas de enriquecimiento, habían coloreado las paredes del albergue, entre espacios como la puerta de la enfermería, los trabajadores de primera línea y las oficinas de administración. En la terraza del último piso, asomaban macetas llenas de flores.
Mary me preguntó por mi alianza “no eres una hermana”, mientras explicaba que conocía a uno de los más 300 voluntarios, una hermana de la Congregación de la Santa Fe. Mirando mi alianza me dijo: “una vez tuve una familia”. Trataba de explicarme, entre lágrimas, por qué había perdido a sus hijos a los servicios “sociales”, y que su marido la animaba a beber porque así también bebía él. “Venimos de una larga estirpe de bebedores”, aseguró, sonando orgullosa de su genealogía. “Pero en verdad no podía seguir cuidando de ocho niños y con un marido que me pegaba”.
El personal del “wet hostel” (albergues donde se permite el consumo de alcohol) de Sundial House entiende como de enquistado está el alcoholismo en sus 30 huéspedes, y cómo su gestión, combinando atención médica y buena alimentación, los mantiene a salvo y les ayuda a recibir la ayuda que necesitan. Los botellines con alcohol, administrados junto con la medicación, se reparten cada día. No se espera que el consumo de alcohol se frene en seco. Tras años de consumo excesivo y recuperación, los cuerpos de los huéspedes no lo toleran. Sacarlos a los pocos del alcohol requiere gran pericia.
Los largos períodos de Mary en la calle le permiten apreciar profundamente el cuidado caluroso y hogareño que ahora recibe 24 horas al día durante todo el año. Me cuenta como en el pasado, si llegaba con el aliento oliendo a alcohol, no le permitían la entrada en ningún albergue de Irlanda. Orgullosa explica: “es el primero de este tipo”. Más tarde, el personal me contó que, efectivamente, Sundial House abrió en septiembre de 2008 como pionero en ofrecer vivienda de bajo umbral para personas adictas, además de reducción de riesgos basado en el manejo del alcohol.
Dejé a Mary mientras acababa mi visita, aprendiendo del personal sobre cómo las personas con ciertos problemas de salud mental son más propensas a consumir más alcohol y otras drogas. A pesar de los muchos años de voluntariado con personas sin hogar, necesitaba conocer más sobre el impacto del alcoholismo. Tenía que entender cómo factores biológicos hereditarios y la presión social pueden contribuir. Lo que más me chocó fue entender que tras un largo período bebiendo, nuestro cerebro comienza a depender del alcohol para producir determinados neuroquímicos. Esto explica por qué el alcohol forma parte del tratamiento de recuperación.
Volviendo al punto de partida de la visita. Mary me esperaba en la puerta. Me sonrió mientras nos despedíamos y le deseé lo mejor. “Me encanta este lugar, organizan grandes viajes, y mi trabajador asignado dice que estoy mejorando… ¡una cucharada a de cada vez!
Diarios Vicencianos analiza algunas de las experiencias más personales de los/as vicentinos/as que trabajan con personas sin hogar, residentes de barrios marginales y refugiados/as. Arrojan luz sobre los momentos que nos inspiraron, las situaciones que nos dejaron boquiabiertos y conmocionados, y las personas que se cruzaron en nuestros caminos y nos mostraron que se aún debe hacer más.
Lo que los conecta es el compromiso vicentino con los más pobres entre los pobres, y la esperanza de que, como Familia, todavía podemos hacer más.
Dee Mansi