Hay marcas imborrables que la guerra deja en el alma y el corazón; las heridas persisten durante años y no siempre se curan por completo. La historia de Eden es la de una mujer fuerte que continúa luchando contra los fantasmas del pasado y del presente, esforzándose por levantarse de una tragedia que afectó sin piedad a todo un país. La historia de Eden representa la voz de millones de mujeres que comparten sus miedos y esperanzas en medio del conflicto, cuando sus hogares quedan reducidos a escombros y tienen que reconstruir los cimientos de sus propias almas, ladrillo a ladrillo con esperanza y amor.
A través del amor conquistaré mi viaje.
Mi nombre es Eden, nací y crecí en Adigrat, Etiopía, crecí en una casa pequeña con mi madre soltera. No teníamos mucho dinero, pero mi mamá estaba decidida a asegurarse de que mis hermanos y yo recibiéramos una educación para conseguir un trabajo y una vida mejores.
La tragedia se produjo cuando mi hermano mayor murió en una pelea cuando tenía sólo 17 años, dejándonos a mi madre y a mí devastadas y desconsoladas. Después de su muerte, con toda la determinación que pude encontrar en mí, trabajé incansablemente para mantener a mi familia y continuar con mi educación.
Cada día, poco a poco, estudié y finalmente me gradué de la Universidad de la Licenciatura en Administración y Dirección de Empresas. Luego completé mi maestría y me convertí en profesora. No podía creer lo mucho que había logrado. Después de la muerte de mi hermano y por primera vez en mucho tiempo, me sentí realmente feliz. Mi futuro parecía brillante y esperanzador, y mi mamá había vivido lo suficiente para verlo. Me había construido una buena vida y, lo que es más importante, pude cuidar de mi madre hasta que falleció.
Pero entonces, mi vida y la de tantas otras personas a mi alrededor se vieron abrumadas por otra tragedia: una guerra brutal estalló en Etiopía, lo que me sumió en el miedo y la desesperación. Las tensiones políticas y étnicas desgarraron la nación y me encontré constantemente en riesgo de sufrir abusos y amenazas debido a mi origen tigrayano. Perdí mi casa, mi trabajo y mi sensación de seguridad. Me mudé con mi tía para buscar refugio y, aunque logré conseguir un nuevo trabajo, las tensiones continuaron aumentando. No puedo expresar lo aterrador que fue.
De repente, la violencia entró en mi vida y convirtió mis días en un infierno. Un día recibí la noticia de que un ataque se acercaba rápidamente a nuestra aldea. No tuve más remedio que huir a pie, sin nada más que la ropa que llevaba puesta y algunos escasos suministros de emergencia. En unos momentos lo había perdido todo. Mi viaje fue una pesadilla. Los soldados abusaron brutalmente de mí emocional y sexualmente. Fue un trauma horrible. Todavía llevo las cicatrices de ello, compartidas por innumerables personas que sufrieron durante el conflicto.
Mi único consuelo era llegar a un refugio temporal para desplazados internos, pero las condiciones allí eran deplorables. Los espacios estaban superpoblados y la comida escaseaba. Servicios esenciales como el banco y las comunicaciones no estaban disponibles.
Sólo comencé a recuperar la esperanza gracias al apoyo de la Familia Vicentina, ya que tuve la suerte de acceder a un proyecto piloto que ofrece asistencia psicosocial a sobrevivientes de violencia sexual relacionada con el conflicto. Facilitadores capacitados, que también eran sobrevivientes, brindaron un espacio seguro para que las mujeres compartieran sus historias sin temor a ser juzgadas. Aunque me había vuelto retraída y destrozada, asistí a todas las sesiones de grupo; quería recuperarme de este trauma, quería sentirme mejor. Inspirándose en las experiencias de los sobrevivientes del genocidio de 1994 en Ruanda, las sesiones siguieron un enfoque de «Escucha Activa Útil». Nos ayudaron a comprender mejor nuestras circunstancias, identificar estrategias para afrontarlas y reconstruir nuestra resiliencia. El proyecto también nos brindó un espacio seguro donde quedarnos y suministros de emergencia muy necesarios, incluido dinero en efectivo.
En medio de esta desolación, espero que vengan días mejores. Es posible que las cicatrices del pasado nunca desaparezcan por completo, pero con el apoyo de quienes se preocuparon, estoy decidida a reconstruir mi vida y contribuir a un futuro mejor para mi amado Tigray.
*Los detalles de esta historia se han modificado ligeramente para proteger la identidad del beneficiario. Se han realizado modificaciones en el nombre, edad y ubicación del beneficiario. Por lo demás, toda la información proporcionada es precisa según lo narra el beneficiario.