Me llamo Doris Agyapomaa, tengo 24 años y soy de Ghana. Tengo un bebé, Raymond, de 16 meses, él nació en 2022 en Sevilla.

Nací en una familia cristiana, somos 8 hermanos. Recuerdo que vivíamos mucha precariedad y en nuestra casa no todos pudimos ir a la escuela, yo aprendía de lo que me enseñaban mis hermanas.

Debido a la situación económica que vivía mi familia, mi madre decidió enviarme a casa de una conocida que vivía en una ciudad más desarrollada, allí trabajaba para ella aun siendo una niña. En esa casa viví el miedo, la incertidumbre, la violencia hacia mi persona tanto física como moral, haciéndome vivir situaciones que jamás podría imaginar, pero aguanté para poder enviar dinero a mi familia. Hasta que un día me decidí a marchar a escondidas con el dinero que tenía ahorrado.

Dejar a mi familia atrás ha sido lo más difícil que he vivido… mi padre, mi madre, hermanos y sobrinos. Dejar mi vida, donde yo vivía… mi entorno, lo que ya conocía, aunque fuera duro, abandonarlo todo con la certeza de que tardaría mucho tiempo en volver a ver sus rostros y tocar sus manos.

Abandoné mi país en el 2018, recorrí Togo, Benín, Níger, Argelia, y por último Marruecos.

El viaje duró aproximadamente tres meses, casi todo el camino lo hice a pie. Fue muy duro, sólo me podía agarrar a mi Fe, mi Dios me alumbraba y me daba la fuerza que necesitaba para poder sobrellevar tanto dolor y sufrimiento.

Ver morir a tanta gente, compañeras con las que comencé el camino…  y que no pudieron resistir…La gente moría a mis pies, teníamos mucho que caminar y no teníamos agua, ni comida… Tengo un recuerdo bastante triste y duro, aún hoy vienen a mi cabeza el estado en que se encontraba los que no conseguían sobrevivir…

Yo solo podía confiar en que Dios me daría la fuerza necesaria para llegar a mi destino, me agarraba a Dios, a la fe que me inculcaron de niña y que no había olvidado…. En esos momentos Dios se ve más cerca, lo necesitaba, aunque tengo que reconocer que también dudé a veces y me parecía que me había abandonado.

Cuando llegué a Marruecos conocí al hombre con el que me casé, fue un matrimonio tradicional, mi familia estaba enfadada por haberme marchado sin decirles nada aunque también felices por saber que estaba viva y que me pudiera casar con un hombre de mi país y además de mí misma religión, Me quedé embarazada, vivíamos en el bosque de Nador, bajábamos para buscar comida y pedir por las calles, un día la policía nos perseguía subiendo al bosque y tuve una caída de la cual perdí a mi bebé, vivir en el bosque es muy duro, sobre todo cuando estás enfermo. A pesar de las adversidades, siempre descubría a mi Dios cuidándome y abrazándome.

Y un día logré cruzar, mi marido y yo llegamos a Canarias, allí nos separaron y nos mandaron a lugares diferentes en la península. El estar separados me dejaba de nuevo con muchos miedos, de nuevo sola en el camino, pero seguía acompañándome mi Dios.

Me enviaron a Sevilla

Desde Canarias me enviaron a Sevilla. Otra vez los miedos, la soledad, lo desconocido, pero esta vez Dios me tenía preparado una Familia: la Familia Vicenciana, (AFAVI) que me recibió con los brazos abiertos, que me trató como nadie me había tratado jamás, que me daba todo sin esperar nada a cambio, yo no podía comprender eso. Al principio pensé que me estaban engañando, que pronto descubriría la verdad, que me pedirían algo difícil, duro… pero pasaban los días y cada vez me sentía más querida.

Por las noches yo hablaba con Dios, mi Padre, ¿y le preguntaba si estaba soñando o mis sueños se estaban haciendo realidad… cómo era posible que tuviera el derecho a ser mimada, escuchada, abrazada…? Me sentí, por primera vez, persona, mujer, amiga, hermana… en una casa bonita donde pude compartir mi experiencia de la vida con otras chicas que habían vivido situaciones parecidas a la mía.

En AFAVI, nos sentimos Familia, todas nos preocupamos unas por otras, nos ayudamos, nos consolamos, nos queremos.

Todas las mujeres que formamos parte de esta gran familia, recibimos un trato especial, se cubren todas nuestras necesidades, especialmente las de la salud y el bienestar, en una de esas consultas médicas descubría que estaba embarazada, tenía mucho miedo no quería perder de nuevo a mi hijo. Tenía tantas ganas de comunicar a mi marido la noticia, una gran alegría… pero no se lo tomó bien, me dijo que no quería saber nada de mi ni de nuestro bebé y decía que ese niño no era suyo y… me abandonó a mi suerte….

Pero ya no estaba sola. Tenía a mi alrededor tantos ángeles que me consolaron, animaron y cuidaron que no podía dejar de dar gracias continuamente a mi Padre del cielo.

Hoy sigo con AFAVI mi hogar, mi familia, y Dios sigue bendiciéndome cada día. Mi hijo ha cumplido un año y es un niño sano y feliz.

Lucho por una vida para él, mejor de la que yo he vivido, trabajo sin descanso, por conseguir mis sueños, sigo aprendiendo español, estoy estudiando y me encantaría poder trabajar ayudando a niños que no tienen familia, tener mi casa y poder valerme por mí misma.

A todas aquellas personas que como yo salieron de su país huyendo o buscando un futuro mejor me gustaría decirles que no pierdan la esperanza que busquen un lugar seguro y que luchen con paciencia por conseguir sus sueños, agradezcan cada día lo que Dios tiene preparado para ellos.

El proyecto Alma Vicenciana’ de las Hijas  de la Caridad en Sevilla forma parte de la Campaña «13 Casas» y actualmente ayuda a muchas personas como Doris, atendiendo sus necesidades espirituales y físicas. Su trabajo se centra especialmente en proteger a las mujeres en situaciones altamente vulnerables, alejándolas de los peligros de la trata de personas. La asistencia es integral y el resultado de esfuerzos interdisciplinarios, respetando su individualidad y autonomía para tomar sus propias decisiones, garantizando su seguridad física, psicológica y emocional, abordando sus necesidades y deseos iniciales, salvaguardando su bienestar y comodidad, y brindándoles apoyo y asistencia integral.